“Los jóvenes cuyos ideales expresan inteligentemente el devenir constituyen la nueva generación, que es tal por su espíritu, no por sus años”. José Ingenieros
1) Cuestiones de principio.
En términos concretos, ser demócratas radicales significa buscar que la sociedad se  democratice  desde sus raíces,  en cuatro  aspectos fundamentales: La  economía, los derechos sociales,  la política, la cultura. Y, por los mismo, implica asumir un rechazo al neoliberalismo, sistema que supedita la sociedad al poder del “libre mercado”, donde las pequeñas pero poderosas elites  neoliberales (la casta política, la tecnocracia y las burocracias internacionales) deciden en vez de la sociedad y contra ella. Por eso sostenemos que la actual democracia liberal en crisis no es viable ni deseable, pues requiere una superación dialéctica, un cambio histórico que recupere el sentido  fundamental de una democracia real: Poder de las mayorías, para las mayorías. No nos engañemos, lo que el Perú tiene, en el fondo,  no es  democracia, sino cleptocracia (Gobierno de ladrones).
Hemos dicho esto, en estricto cumplimiento del octavo mandamiento: no levantaras falsos testimonios ni mentiras. Muchos indignados estamos aquí para  pronunciar, sin medias voces,  esas verdades verdaderas, con el acento de  acero relámpago que exigía el maestro Manuel Gonzales Prada.
 
2) La democracia real   y neoliberalismo son mutuamente excluyentes.
 
a) El neoliberalismo es la dictadura del mercado. El neoliberalismo y la democracia son dos conceptos irreconciliables. Si entendemos el neoliberalismo como una forma de organizar la sociedad  no en función de las necesidades humanas, sino en función de los poderes e intereses reducidos que predominan en el mercado (oligopolios, monopolios, transnacionales, etc.), privatizando  la economía, los recursos, la salud, la educación,  los derechos sociales, y hasta los derechos políticos para convertirlos en negocios lucrativos; entonces podemos advertir  el trasfondo antidemocrático  de la sociedad peruana actual.
 
b) El vicio de fondo  del neoliberalismo en el Perú.  Fue una imposición de la dictadura Fuji-montesinista. Las políticas de liberalización extrema, para que las grandes empresas hagan lo que quieran sin la intervención de estado,  no hubieran sido posibles de otra manera. Es más, en toda América Latina de los años 80 y 90, el neoliberalismo fue impuesto por dictaduras militares como la de Pinochet en Chile (1973) y  de Videla en Argentina (1976), etc. El neoliberalismo no es democrático, reiteramos, es la dictadura del mercado, de las elites corporativas  sobre la sociedad entera.    
 
3) Democracia y economía  de mercado.
La economía de mercado, fiesta de los monopolios y oligopolios, se rige por una  regla sagrada: “privatizar las ganancias y socializar las perdidas”. Así, la economía mientras crece lo hace para los de arriba, unos cuantos en realidad, claro que  de vez en cuando chorrea para los de abajo. Se adora el incremento del PIB sin importar como se distribuye esa torta, ni las consecuencias que tenga ello en el medio ambiente, menos si los recursos naturales están siendo explotados en beneficio del país.  Una economía altamente dependiente de la demanda extranjera (China, EEU  y Canadá), está dirigida por burócratas que deciden en nombre de la sociedad, pero en contra de ella. El MEF, el BCRP, la SUNAT están dirigidas por tecnócratas que hicieron su experiencia no en el desempeño de la función pública, sino en las oficinas  del capital financiero, más sensibles al lucro que a las necesidades de la sociedad. No están sujetos a ningún control democrático.
4) Democracia y desigualdad en el Perú.
El viejo Aristóteles escribió: “La desigualdad es siempre la causa de las revoluciones, cuando  nada
hay que la compense” 1. Y, en el fondo, tenía razón.  La desigualdad no solo niega a la democracia, sino que la hace inviable e insostenible.  La desigualdad  en el Perú sigue profunda, el índice Gini del ingreso se mantiene en 0.44 desde  el 2013 hasta hoy (El índice Gini patrimonio es mayor aún). Sin considerar la fortuna de los grandes multimillonarios, el 60 % de la población gana menos de 850 soles  al mes  y el 10% más rico gana 18 veces más que el 10% más pobre.
5) Ser demócratas consecuentes o radicales en el siglo XXI.
Para ser un demócrata consecuente en nuestros días  no es suficiente centrarse en las formas del sistema político vigente, sino en la esencia del ejercicio del poder. Hoy por hoy, la piedra de toque  no es el la posición frente al obscurantismo medieval de carácter feudal , ni mucho menos solo el respeto a las formalidades jurídicas, sino  la posición que adoptemos frente al neoliberalismo, la dictadura del libre mercado que amenaza con mercantilizar todo. ¿Continuidad o superación del neoliberalismo?, he allí el dilema central de nuestra época. Los demócratas radicales concluimos en la necesidad de construir una sociedad alternativa al neoliberalismo, sin importar que nos hostilicen algunos filisteos. (De esto nos ocuparemos en adelante).
 Notas: 1)       Aristóteles. La política. Teoría general de las revoluciones. Editorial Mercurio. Pág. 176.
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