El espíritu de la Navidad para muchas personas es únicamente un estado de ánimo; pero para otras es el manto protector que envuelve al mundo durante los días que se recuerda el nacimiento de Jesucris­to.

Dicen que la Navidad es una oportunidad para con­templar el gran misterio del regreso de Dios, quien, hecho hombre, viene a salvarnos.

El espíritu de la Navidad nace en nosotros al re­flexionar sobre este hecho. Por eso si bien aún se conserva este sentimiento, la celebración se ha convertido, más que en el encuentro con Dios, en una festividad externa, disfrazada de regalos y co­sas superfluas que poco o nada tienen que ver con la esencia de la Navidad.

Los adornos, la música, las luces de colores, el ár­bol y el nacimiento deben servir para crear el am­biente de oración y buscar el encuentro personal con Dios por medio de Jesús.

Pero antes de pensar en los artículos, debemos pre­pararnos para la celebración con los domingos de adviento, la eucaristía y la comunión que a la fecha se sigue perdiendo en el olvido.

Por eso después de nuestros rezos y reflexiones, podemos celebrar con lo que más nos guste por­que lo importante es encontrar el equilibrio entre el verdadero significado de la Navidad y las fiestas sociales.

En la época navideña abundan las sonrisas, los abrazos fraternos, los buenos deseos, el ambiente de paz y tranquilidad. Todo esto es para la mayoría de las personas el espíritu de la Navidad.

Aunque no hay una explicación científica para los cambios que experimentan las personas en estas fechas, desde el punto de vista psicológico, el es­píritu de la Navidad es un estado de ánimo al que se llega en esta época debido a la predisposición de ser feliz ante el término de un año y el inicio de otro.

La época afecta a las personas en diferentes for­mas. No obstante, la mayoría tiende a la felicidad y se siente satisfecha con la idea de pasar una grata velada con su familia. Hay quienes, por el contrario, se deprimen y no desean celebración alguna.

Ya sea por tradición religiosa o cultural, la Navidad es un momento de reflexión en diferentes niveles y ese estado hace a la gente más sensible a los he­chos positivos o negativos.

Esta situación propicia, en cierto grado, el consu­mismo, que lleva a canalizar el espíritu navideño en un sentido que no es estrictamente la razón de la fecha.

Para la mayoría de los niños, la Navidad es sinónimo de alegría y juguetes. Conforme pasa el tiempo, el significado de esta celebración varía. Para no per­der el espíritu navideño o para canalizarlo de la ma­nera adecuada, los entendidos sugieren vivir el mo­mento dando amor y solidaridad, en especial este año. En nuestra sociedad de consumo estamos tan abstraídos de los sentimientos, que creemos que eso de ayuda a los demás también es un producto de Navidad. Y no lo es. Finalmente, pensemos en que todo el año debiera ser Navidad para dejar de ser menos egoístas, más solidarios, y sobre todo más amables sobre todo con aquellos que tenemos más cerca y que a la vez, están más lejos. Nuestra cruda realidad nos exige que botemos el egoísmo de nuestras almas para, por lo menos, saber que vivimos en una sociedad que necesita de cambios y de nuevas esperanzas. Así sea.


Source: El Sol