Por: Guido Águila Grados
Al llegar al epílogo del calendario siempre es indispensable hacer un balance de lo realizado durante el 2017. Al inicio del nuevo año de gestión se señaló que la prioridad en el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) era lograr el afianzamiento de lo conseguido en el 2016. Esto es, que la descentralización institucional, la optimización de funciones constitucionales y la participación activa en el sistema de justicia se afiance con raíces más profundas.
Estamos acostumbrados a tener hitos determinados o trofeos específicos que mostrar: la inauguración de un moderno edificio, un nuevo servicio o una cifra mayúscula en nombramientos, ratificaciones o destituciones –lo cual es buenísimo y marca un avance medible–, empero, nosotros apostamos por algo distinto, inmaterial y que, sobre lo hecho, permita seguir colocando más ladrillos: la consolidación del CNM. Y, así, se siga el derrotero de transformar una institución desconocida y cuestionada, en una modélica y confiable.
En los terrenos de la justicia no es fácil conseguir de estos árboles: es más fácil silbar masticando máchica, que una institución emparentada con la justicia logre tener el crédito ciudadano. Pero moriremos en el intento. Las cosas fáciles no requieren gestión, caen por la fuerza de la gravedad.
Se ha mantenido la política descentralizadora del CNM. Subir y bajar de un avión o bus, reunión con jueces, fiscales, abogados, procuradores y estudiantes de Derecho, retornar a Lima y volver a salir, ha sido la marca registrada de este consejo. El magistrado evaluado que viene del interior ya no se enfrenta a un pleno desconocido. Ni el pleno ignora el medioambiente laboral en el que se desempeña el juez o fiscal sometido a evaluación. Se han realizado ajustes a nuestros reglamentos en la intención de perfeccionar nuestra labor.
Cuando advertimos que, en lo decidido en la sede de San Isidro, colisiona el “debe ser” con el “ser” de nuestra realidad jurídica, enmendamos nuestro actuar de inmediato. Así, se ha logrado el nombramiento incuestionable de decenas de jueces y fiscales de todos los niveles; las ratificaciones se hacen a los exactos siete años del ejercicio y con rostro humano; por último, las destituciones han dejado de ser eternas.
Tal vez, lo más enrevesado de mantener ha sido la presencia trascendente del CNM en la vecindad de la justicia. Empero, se salió airoso de la lucha contra el proyecto de reforma constitucional que pretendía inyectar el poder político a la sangre de la institución y, algo frenado por la efervescencia política, sigue en el debate congresal nuestra propuesta de reforma constitucional de la institución.
Miramos hacia atrás, y lo avanzado es bastante. Aun así, falta muchísimo más. Con el trabajo, principalmente, del extraordinario factor humano del CNM, cada día seguiremos haciendo una mejor institución. No lo duden.
* Presidente del Consejo Nacional de la Magistratura.
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Source: El Sol
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