La región Cusco inició el año 2018 en medio de las tradicio­nales y ruidosas fiestas a lo largo y ancho de sus provincias y distritos, con abundantes comidas, en muchas partes licor de sobra, vestidos nuevos, pólvora en cantidades pese a estar prohibida, agüeros de todo tipo y la esperanza de un futuro mejor.

Y ese mejor futuro está lleno de retos, como la puesta en marcha de los acuerdos de paz, la aplicación de la reforma tributaria y el desenlace de varios casos judiciales. Son solo algunas de las proyecciones para el año que comenzó ayer. Sin embargo, algo que debe llamarnos a reflexión son las incontro­lables fiestas que estuvieron acompañadas por abundante licor.

No nos olvidemos que en la víspera de Año Nuevo son co­munes las celebraciones dentro del hogar, en el trabajo y con los grupos de amigos, en las que no falta el consumo de las bebidas alcohólicas, como el whisky, el champán, la cerveza, el ron y el pisco. En los últimos tiempos, a muchas personas les gusta mezclarlas con bebidas energizantes. Muy pocas están conscientes de los peligrosos efectos que provocan en su organismo.

La costumbre de combinar alcohol y energizantes puede ocasionar que la persona se embriague mucho más rápido debido a que no controla la cantidad de alcohol que ingresa a su organismo, lo que le puede ocasionar desde pérdida de la consciencia e intoxicaciones hasta daño hepático, males al corazón y el temible coma etílico.

Eso no es todo. El consumo de estas peligrosas mezclas con frecuencia conduce a actitudes irresponsables como mantener relaciones sexuales sin protección o, lo más grave, conducir bajo los efectos del alcohol, lo que puede terminar en un acci­dente de tránsito de consecuencias mortales.

La situación es tan peligrosa que, según entendidos en la materia como la coordinadora del servicio Habla Franco, Karem Sotomayor en el caso de la mezcla de whisky con energizantes “el alcohol es un depresor del sistema nervioso central, que ocasiona una aceleración del organismo incluyen­do el corazón, mientras que la bebida energética desencadena una reacción contraria, al ser un estimulante. De esta manera, la persona tiene una sensación engañosa de control y no se percata de la cantidad de alcohol que está ingiriendo y que su organismo puede soportar, por lo que tiende a embriagarse con mayor rapidez. Hay personas que hacen uso de la cocaína para lograr ese mismo efecto de engañoso control”.

También es de cuidado el consumo de cocteles preparados con bebidas que ya tienen altos niveles de azúcar, como el ron y el pisco. Karem Sotomayor advirtió que el azúcar hace que el organismo asimile el alcohol mucho más rápidamente y con mayor intensidad. Y debido a que estos cocteles son suma­mente dulces, la persona rara vez advierte que está ingiriendo grandes cantidades de alcohol, lo que hace que se embriague rápidamente y sin control.

La peligrosidad aún se hace más trágica cuando una perso­na opta por otra combinación peligrosa y esto ocurre cuando uno brinda con varias copas de espumante y, a continuación, consume otras bebidas alcohólicas, como la cerveza. Y es que el espumante o champán contiene una mayor concentración de alcohol que la cerveza. Si uno lo bebe al comenzar sus cele­braciones, se embriagará más rápido. Luego, le será más difícil controlar su consumo de otras bebidas alcohólicas.

Finalmente, el panorama es más complejo por los riesgos que conlleva también consumir altas dosis de alcohol cuando se está tomando medicamentos pues hacerlo podría provocar daños irreparables al sistema nervioso central.

Por esa y muchas razones, si se está en tratamiento con antibióticos, analgésicos, antihistamínicos e, incluso, medica­mentos de venta libre, se debe evitar ingerir alcohol. Entre sus efectos adversos se cuentan mareos, vómitos, adormecimiento y, en situaciones extremas, paro respiratorio, cardíaco o derra­me cerebral. Solo demandamos a la población para que tenga en cuenta que estos efectos se pueden presentar tanto entre bebedores sociales como en personas alcohólicas. Así sea.

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Source: El Sol