Por: Patricia Medina

Según el International Institute for Management Development, la fuerza laboral de un país se distingue a partir de su índice de competitividad. Si el sistema educativo no genera valor agregado en las personas, las futuras generaciones no aportarán capital intelectual, y si no lo hacen, será imposible avanzar hacia el desarrollo.

Se necesita asegurar el retorno de inversión en la for­mación básica y en la superior. Es decir, garantizar que en actuales y nuevas generaciones se instalen competencias profesionales que infundan conocimiento e innovación como práctica habitual. Dicha responsabilidad se centra, principalmente, en las instituciones de educación superior.

En el caso del Perú, la Ley Universitaria 23733 de 1983 define, en su artículo 65, que la investigación es función obligatoria de las universidades; en su artículo 67 señala que, a través de ella, se requiere atender los problemas de la región y el país. Esto denota como aspecto medular la formación en investigación y nos hace estar atentos a la persistencia de vacíos y paradojas en relación con este pro­pósito.

Uno de estos vacíos es la enorme brecha de la Educación Básica, cifrada en los continuos resultados PISA, que de­muestran pendientes en aprendizajes vinculados al pensa­miento crítico y creativo, tan necesarios para las competen­cias científicas. Por otro lado, es paradójico que se quiera avanzar en investigación y a la vez se haya dispuesto en 1991, mediante el Decreto Legislativo 739, dos opciones para la titulación profesional. Una de ellas, referida a la ela­boración de una tesis; y la otra, a un examen de suficiencia profesional.

No sorprende que la gran mayoría de egresados de las distintas carreras haya asumido la segunda alternativa, configurando progresivamente una de las principales pro­blemáticas de los programas de posgrado: estudiantes con desconocimiento de procesos básicos relacionados con los métodos de investigación, que si bien concluyen el plan de estudios en muchas de las maestrías, no se gradúan debido a no realizar o culminar la tesis.

En el 2003, un informe del Banco Interamericano de Desarrollo dio cuenta de que las universidades peruanas privadas priorizan la especialización profesional a la inves­tigación. Trece años después, The World Competitiviness Scoreboard situó al Perú en el penúltimo lugar entre 60 países. Este ranking evaluó el nivel de transferencia de co­nocimiento: investigación, patentes, innovación, entre otros aspectos claves para el avance científico en cada país.

La formación en investigación necesita adoptar un senti­do epistemológico que despierte la conciencia por el “bien común” según los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Nos reta a integrar la ética del ser al ciclo de generación del co­nocimiento científico, sin restringir el plano científico tecno­lógico a una lógica consumista y reforzadora de una cultura individualista.

Coordinadora de la Maestría en Docencia Universitaria/Universidad Antonio Ruiz de Montoya

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Source: El Sol