Por: Lic. Emeteria Uñapillco Roca
“La indumentaria de los pueblos no obedece a un capricho ni simplemente a una expresión, lo que los psicólogos han venido a llamar instinto de adorno; ella tiene sus raíces en la estructura misma de la cultura”
Delia Vidal de Milla
Los antiguos peruanos pre – inkas e inkas aun desde la cultura Caral (5000 A.C.) supieron facturar vestimenta de muy buena calidad artística. En las culturas Nazca, Mochica, Tiwanako, Paracas, de este último, por ejemplo, tenemos el primoroso “Manto de Paracas”, el Tapiz de Moche, con una parafernalia de hilos de los camélidos, como también el algodón, teñidos con plantas naturales, tejidos con presentaciones de fitomorfos, antropomorfos, zoomorfos u objetos. Manto que hasta hoy se conserva en el Museo Antropológico de Lima, para el orgullo de los peruanos.
La historia, entretejida por todas las formas de la vida social, transcurre como un continuum, esto es como una realidad inseparable, por encima de las fragmentaciones formales a través del curso del tiempo – espacio y hombre; pero que comprende modos unitarios en los medios de subsistencia, el Arte, la religión, la organización social y económica. La otrora civilización Inka del Tawantinsuyo con su capital Cusco, es el sumo de las culturas preinkas con un sello característico, distintivo, pulido, refinado, unitario, estético, desarrollado autóctonamente hasta el siglo XV. Alfred Kroeber afirmaba: “debo observar, primeramente, que considero toda la civilización peruana aborigen como una unidad, un todo histórico más vasto, un área cultural con profundidad en el tiempo”.
La confección del vestido en la época Inka ha tenido connotaciones sociales y políticas (conquistas de pueblos) e incluso rituales; eran procesados en Aqlla Wasi (casa de las escogidas), monitoreadas por las “T`allas y Qollas”; uno de los últimos vestidos tenemos la vestimenta del Inka Atawallpa visto en Cajamarca; más ejemplares de factura exquisita podemos apreciar en los museos del Cusco en los malkis (momias); en el señor de Sipan; en la momia Juanita; es decir, los inkas tuvieron sus cánones propios de estética superior.
El 16 de noviembre de 1532, con la captura del Inka Atawallpa por Francisco Pizarro y sus secuaces, se dio el colapso definitivo de trecientos años del Sol sagrado de los inkas, y con ella se trastrocó el modus vivendi de una gran cultura Inka. Entonces nos ubicamos en la conquista y Colonia y bueno aquí tenemos el fenómeno de la aculturación hispano – indígena y más aun con las nuevas Ordenanzas de Felipe II. Tenemos diversos tipos o formas aculturativas de adaptación, asimilación, inducción, sincretismo, simbiosis, adicción, sustituciones, creaciones y, es más, referente al vestido se nos fue impuesto el uso de las siguientes prendas: “la levita, el frac, tabla casaca, wachola, el jubón, el c`hulico, c`huspa, la almilla, phullu, la jubona, las cintas labradas, las cintas que adornan las polleras, las lliqllas, las monteras, el pantalón de buches, el corpiño, el chaleco” (1). Es decir, aquí se está haciendo del vestido del varón y la mujer, tanto para el sector urbano y rural.
A pesar de la imposición extranjera el hombre andino hace suyo el traje impuesto, lo hace más fuerte, más bello, más variado con una poderosa personalidad, quizá lo que el autóctono no pudo defenderse con las armas, lo hizo con las obras de arte, no solo en el vestido, sino también en otras cosas del saber humano. Pero estos vestidos al indigenizarse, reciben también la influencia telúrica que va a ser determinada, incluso los climas fríos, cálidos; la materia prima de los camélidos, el algodón, con los cuales se textilizaron y se confeccionaron los vestidos para los hombres de Q`orqa, Tinta, Chinchero, Chumbivilcas, Apurímac, Huancavelica Ayacucho, Abancay, Shipibos, Machiguengas, es decir (Costa, Sierra y Selva). A esta mixtura de vestimenta también se le llama identidad. Por su forma de vestir y su lengua se identifica a las personas, de qué lugar son. En tal virtud, el vestido cumple una función socio-cultural.
En la actualidad vivimos en un mundo globalizado y el Cusco no es ajeno a ello y es por eso que la doctora Delia Vidal de Milla y la maestra de la artesanía peruana señora Maximiliana Palomino de Sierra, impulsaron un movimiento llamado “LINEA CUSQUEÑA” en los 70, esto en el arte del vestido, inspiradas en las culturas pre inkas e inkas, con el fin y objetivo de recrear y reivindicar los altos valores de la cultura ancestral tan rica en belleza, tal prodiga en encontrar los motivos de escudriñar hasta en los detalles pequeños; es así que empezaron a confeccionar vestidos de bayeta, ponchos, chompas, chalinas, carteras con aplicaciones de tejidos, casacas, etc., los cuales presentaron en desfiles de moda aquí en el Cusco, en Lima, etc.
Estas damas cusqueñas dejaron las bases para que las nuevas generaciones a nivel nacional puedan exportar al extranjero carteras con aplicaciones de tejidos, chompas, ponchos, los pantalones y zapatos ayacuchanos, del Cusco, los chullos que el un boom, que se muestra en las mejores pasarelas del Perú y el extranjero; es decir, trabajos hechos para el mundo.
(adsbygoogle = window.adsbygoogle || []).push({});
Source: El Sol
Comments