Lo que nos deja la primera visita de Francisco al Perú es la imagen de un papa humilde y carismático, cercano a su feligresía, con un discurso claro y directo, sin ambages ni espacio para mensajes entre líneas. Hemos visto un pontífice que conoce bien la coyuntura peruana y latinoamericana, que no está ajeno a temas controversiales como casos de corrupción o procesos penales contra expresidentes, ni lejano a prácticas tan terrenales como el chisme, ni mucho menos indiferente a problemas de sectores vulnerables como los indígenas o las mujeres víctimas de feminicidio.

Las palabras del pontífice han sido poderosas, emotivas, ora con tono de denuncia, ora con aliento de esperanza, ora con llamados a la acción. Sus discursos, sin duda, han calado hondo en los millones de peruanos católicos que siguieron sus actividades no solo en los puntos de encuentro masivo que tuvo en Puerto Maldonado, Trujillo y Lima, sino también por los medios de comunicación y las redes sociales, en los que su santidad tiene una presencia bastante significativa y dinámica, acorde con el signo de los tiempos plasmado en el uso cotidiano de la tecnología.

Todos aquellos que lo escuchamos, ahora debemos poner en práctica lo sugerido en sus discursos. La invocación de Jorge Bergoglio ha sido amplia porque se ha dirigido a la feligresía en su conjunto, incluyendo también a los integrantes de la Conferencia Episcopal Peruana; a las autoridades nacionales, regionales y locales; a los jóvenes, como motor de cambio; y a todo aquel que haya mostrado genuino interés en esta visita pastoral que ha dejado su impronta desde ya por la intensidad de su mensaje.

Aunque sus palabras han tenido una fuerte carga emocional, el representante vaticano se valió de un lenguaje coloquial, símil habla cotidiana, para que la esencia de sus palabras sea asimilada por los feligreses. Por ejemplo, dijo que las personas no deben perder la esperanza de sus creencias, al igual que un hincha de fútbol no puede perder la confianza en que su selección clasificará al mundial. También hizo uso de términos tecnológicos para subrayar la importancia de mantener un alma sincera para con el prójimo. “El corazón no se puede ‘photoshopear’ porque allí juega el amor verdadero, allí muestras lo que eres”, sostuvo.

Quizá uno de los pasajes más celebrados por la feligresía fue durante el Ángelus pronunciado desde del Palacio Arzobispal, en la plaza de Armas de Lima, donde recalcó que el Perú es una tierra “ensantada”, especialmente por la gran cantidad de santos, cuyas reliquias y restos tuvo la oportunidad de observar, como San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima, entre otros.

En su último encuentro con la población, en la base aérea de Las Palmas, el pontífice argentino continuó ese discurso en favor de los postergados, al rechazar la “globalización de la indiferencia” frente a los que sufren, a los no ciudadanos que carecen de medios adecuados para desarrollar su vida personal y familiar acorde con la dignidad humana. Un verdadero llamado de atención para quienes incurren en el egoísmo.


Source: El Sol