Por: Víctor Corcoba Herrero

Tenemos que volver al corazón de la poesía para ejercitar el deporte del entendimiento, para pintar mu­rales de amor que nos injerten armonía, y para poder viajar hermanándonos a golpe de latido. Hemos de salir con urgencia de este calvario de crueldades que nos de­jan sin alma. Nos merecemos otros caminos de menos batallas y más abrazos, no tan destructores y sí cons­tructores del género humano. Sólo así podremos confluir en concordia y desterrar el desaliento que nos invade. A propósito, quiero subrayar el emocionante mensaje de conciliación a su llegada a Corea del Sur, del atleta refu­giado Yiech Pur Biel. Un claro testimonio de luz que debe hacernos recapacitar a todo ser humano, habite donde habite la persona, pues lo fundamental es despertar y trascender de nuestras propias miserias humanas. He aquí su hondura, su manantial de enternecedoras lágri­mas, que nos llaman a meditar conjuntamente: “Una persona necesita muchas cosas – vivienda, alimentos, agua, educación y servicios médicos – para sobrevi­vir, pero ¿qué significan todas estas cosas sin quietud? Como refugiado que huyó de un país en conflicto, sé lo importante que es la paz”. Más allá de estas palabras están también sus acciones, promoviendo instalaciones deportivas para niños refugiados, desplazados y vulne­rables. En el fondo, busca utilizar la actividad física como una herramienta de cambio para los menores de todo el planeta.

En un momento en el que son muchos los niños reclutados por la fuerza, o adoctrinados para matar en contiendas verdaderamente salvajes, argumentos como el del atleta refugiado Yiech Pur Biel, aparte de apa­sionarnos, nos injerta la esperanza de que sea posible modificar actitudes. No podemos acomodarnos a esta locura de maldades y violencias sin límite, que padece­mos. Millones de chavales viven en emergencias, nece­sitamos salvar sus vidas, restaurar su sonrisa, encauzar su sosiego y alimentar su ilusión, la de un mundo más apacible y fraterno. Naciones Unidas calcula que hay unos 19.000 niños soldado en Sudán del Sur, tras más de cuatro años de conflicto en el país africano. UNICEF necesita 45 millones de dólares en 2018 para apoyar los esfuerzos de liberación, desmovilización y reintegración en todo el país. “No todos los críos son reclutados por la fuerza. Muchos se unieron a los grupos armados por­que sintieron que no tenían otra opción “, dijo Mahim­bo Mdoe, representante de UNICEF en el país. “Nuestra prioridad para este grupo de menores es brindarles el apoyo que necesitan para alcanzar un futuro más pro­metedor”, remató poniendo la esperanza en todos noso­tros. Indudablemente, el ser humano como tal, precisa rehumanizarse, aunque solo fuera para salvarse él mis­mo y los suyos.

Por ello, tenemos que vestir los pensamientos de un lenguaje más vivificador y menos letal, con dispo­sición siempre a prestar auxilio donde se nos necesite. Al igual que se tiende a poner palabras allí donde restan las ideas, es menester salir al encuentro de cuántos vi­ven engañando a los demás, pensando que se bastan a sí mismos, ya sea desde la ciencia, el arte o el deporte, para decirles que la vida no es de nadie y es de todos, y que al menos, aquellos que deseamos vivirla, podamos hacerlo sin que se enfríe el amor entre análogos. Hoy más que nunca, requerimos de esa capacidad de afán interior que suele ponernos alas, cuando menos para ocuparnos de lo evidentemente importante, como es la comunión entre culturas y gentes. Por cierto, ya en su tiempo el escritor francés Anatole France (1844-1924), solía decir que “prefería los errores del entusiasmo a la indiferencia de la sabiduría”; y, ciertamente, son las cuestiones realizadas con voluntad y espíritu las que suelen acercarnos y hacernos crecer coaligados. Si prio­ritario para esa alianza es asegurar que la voz de todos sea escuchada, también ha de ser fundamental que el respeto, primera condición para vivir una vida saluda­ble, cotice antes que el dinero por todos los rincones del orbe. Así frenaremos todos los vicios y ganaremos en virtudes que buena falta nos hace. Entusiasmados y enternecidos, hasta sentir la veneración de amarnos, es lo que realmente nos tranquiliza. Únicamente, quien lo experimentó lo entiende.


Source: El Sol