Revolucionario, visionario o un simple oportunista, José Gabriel Condorcanqui – Túpac Amaru II, es calificado de muchas formas en la actualidad, sin embargo el legado y obra que dejó, concienzudamente o no, ha marcado un antes y un después en la historia hispanoamericana mundial, poniéndolo como el ícono de la insurrección y levantamiento, en tiempos de franco oscurantismo y atropello.
Túpac Amaru II nació un 19 de marzo de 1738 en el pequeño poblado de Surimana en Cusco, hijo de Túpac Amaru I de descendencia directa de los últimos incas, desde niño gozó de una buena posición económica y estatus social, los mismos que se vieron amenazados hacia el año 1780, cuando reformas borbónicas, emanadas directamente de la Corona Española, concebían cambios radicales dentro de los grupos de poder en el Perú de entonces.
UNA GESTA CON NOMBRE PROPIO QUE CAMBIARÍA TODO EL PERÚ.
Según el historiador Martín Romero, estas reformas se emitieron para aplacar las revoluciones burguesas en varios puntos de conquista español, sin embargo obtuvieron resultados adversos, como los ocurridos en Cusco, donde Túpac Amaru II no estaba dispuesto a cambiar su puesto de cacique por intendente, a aceptar que le dupliquen los tributos ni que se impulse una economía más feudal.
La historia se encargó de contar el resto, del inicio de su revolución y de cómo se le unieron distintas castas de ciudadanos peruanos de entonces, comenzando por los llamados indígenas, pasando por los criollos y terminando en los peninsulares, que cada uno a su modo, buscaba desarticular el sistema colonial y abusivo de entonces.
El discurso de Túpac Amaru fue simplemente demoledor. Un romántico bosquejo de una sociedad mejor, sin tributos ni mitas sonaba muy alentador y hasta esperanzador. Varios historiadores coinciden en que Túpac Amaru no buscó lo que vino después, pero sin embargo lo tomó con valentía y coraje, después de todo su revolución no fue el primer movimiento que buscaba la libertad e independencia del antiguo Perú, pero sí fue el más grande y significativo hasta entonces.
EL CUATRO DE NOVIEMBRE, UN DÍA CLAVE PARA LA REBELIÓN.
En medio de un panorama de trabajo obligatorio en las minas, exceso en el cobro de alcabalas y aduanas, a Túpac Amaru no le fue difícil conseguir adeptos, entregados a una causa que poco a poco iban haciendo propia y que convertían un levantamiento contra nuevas medidas borbónicas en una revolución independista.
Es así que un cuatro de noviembre de 1780 las huestes de Túpac Amaru capturaron al corregidor Antonio de Aliaga, a quien ejecutarían en un juicio popular seis días depués, en un claro mensaje a la Corona Española de que el alzamiento nacido en Cusco había iniciado y no iba a parar, para ese entonces decenas de miles de nativos, mestizos, criollos y demás ya se plegaban a la lucha liderada por el cusqueño.
Los historiadores coinciden en señalar que la afrenta de Túpac Amaru tuvo una acogida inusitada debido a que caló en lo más hondo del sentimiento e imaginario popular. Prometía libertad en medio de una tierra tomada y prácticamente esclavizada, es más, en cierto punto de su plataforma de lucha exigió a España la liberación de los esclavos negros, consiguiendo también el apoyo de este grupo étnico en el Perú.
MUERE EL COMBATIENTE, NACE LA LEYENDA.
Luego de constantes arremetidas que terminarían por captar la atención y evidente nerviosismo del rey Carlos III de España, Túpac Amaru finalmente fue capturado y trasladado hasta el templo Compañía de Jesús en Cusco, las crónicas señalan que un intenso repique de campanas hacía saber a toda la ciudad que el revoluciuonario más grande de entonces había sido apresado.
El propio rey envió al visitador José de Areche a fin de entablar un diálogo con el capturado y obtener las posiciones y nombres de sus lugartenientes, de ese breve encuentro saldría la frase que inmortalizó esta parte de la lucha de Túpac Amaru cuando le preguntaron sobre los demás culpables por su revolución: “Solamente tú y yo somos culpables, tú por oprimir a mi pueblo, y yo por tratar de libertarlo de semejante tiranía. Ambos merecemos la muerte”.
La historia de cómo fue torturado junto a sus familiares y de cómo cuatro caballos no pudieron desmembrarlo en plena Plaza Mayor del Cusco, es cierta. Cierto también es que cuando él desapareció físicamente la semilla de la rebelión ya había sido inoculada en el imaginario colectivo para siempre. Tras su lucha continuó su primo Cristóbal Túpac Amaru y luego Julián Túpac Katari y así un sinfín de hombres y mujeres desconocidos, que se enfrentaron al miedo y terror y vencieron, y que lograron convertir una pequeña sublevación en el inicio de la independencia del Perú, modelo que luego sería seguido por muchas otras tropas en muchas partes de territorio dominado por ocupantes y usurpadores a nivel mundial.
DATO:
-Cada cuatro de noviembre diferentes homenajes recibe en Cusco, Perú y a nivel mundial el inicio de la gesta revolucionaria de Túpac Amaru II.
CIFRA:
-100 mil personas se habrían unido a la lucha de Túpac Amaru II en su fase más intensa.
Source: Correo
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